Un día con Lucy
De las páginas de un libro salió su nombre: Lucylegnys. Aunque no recuerda cuál fue la obra en cuestión, sí sabe que fue su papá quien lo escogió. Ella, sin embargo, prefiere acortarlo por la dificultad que tienen algunas personas en pronunciarlo completo: “Eso me pasa desde muy pequeña”, comenta. Son las 6:15 am. Suena el despertador. Luego de un estirón y de un par de vueltas en la cama, comienza el día de Lucy. Comienza con energía, quizás por el sustancioso desayuno que toma antes de iniciar la jornada, normalmente compuesto por una arepa o dos empanadas y el respectivo jugo natural. Hace unos cuatro años ese despertador debía sonar mucho antes, pues Lucy vivía en Guarenas y le tomaba al menos dos horas llegar a su lugar de trabajo.
Su oficina está situada en uno de los pisos más altos de la torre de una entidad bancaria de prestigio en el país. Lucy es licenciada en Computación: “Trabajo en la gerencia de mercadeo, en la coordinación CRM Operacional”, término que se relaciona con la gestión de datos de los clientes de la institución. Cerca de diez personas conforman la unidad en la que labora, con quienes dice mantener una relación bastante cordial.
Sus almuerzos los toma dentro de la misma torre, en la que los empleados gozan de un comedor que ofrece buena comida a precios bastante económicos: “De entrada me como una sopa, luego generalmente selecciono pollo a la plancha como plato fuerte, dependiendo del menú, acompañado preferiblemente de arroz, que me encanta, con ensalada o plátanos”.
Son las 4:30 pm, hora en la que termina su jornada en el banco y, aunque muchas veces tiene que quedarse unos minutos –u horas– más terminando alguna labor, procura salir muy rápido para llegar a tiempo a lo que es otra de sus pasiones: Musherrah. A las 6 pm comenzará el curso que imparte y, si la cola caraqueña o la lluvia repentina no lo impiden, llegará justo a tiempo para entrar al salón, cambiar en cinco segundo los tacones y la camisa de mangas por un top y un caderín, y empezar a mover las caderas junto a sus alumnas: “Dar clases me relaja mucho y siento que cada día voy enriqueciendo mis conocimientos en esta danza. Disfruto muchísimo compartir con mis dos socias y con las alumnas, me hacen sentir en mi propia casa, en familia”.
Son las 11:30 pm, hora en la que Lucy, al fin, descansa su cabeza sobre una almohada y ora un poco: “Le doy gracias a Dios todos los días”. Ahora toca descansar, mañana será otro día.
De las páginas de un libro salió su nombre: Lucylegnys. Aunque no recuerda cuál fue la obra en cuestión, sí sabe que fue su papá quien lo escogió. Ella, sin embargo, prefiere acortarlo por la dificultad que tienen algunas personas en pronunciarlo completo: “Eso me pasa desde muy pequeña”, comenta. Son las 6:15 am. Suena el despertador. Luego de un estirón y de un par de vueltas en la cama, comienza el día de Lucy. Comienza con energía, quizás por el sustancioso desayuno que toma antes de iniciar la jornada, normalmente compuesto por una arepa o dos empanadas y el respectivo jugo natural. Hace unos cuatro años ese despertador debía sonar mucho antes, pues Lucy vivía en Guarenas y le tomaba al menos dos horas llegar a su lugar de trabajo.
Su oficina está situada en uno de los pisos más altos de la torre de una entidad bancaria de prestigio en el país. Lucy es licenciada en Computación: “Trabajo en la gerencia de mercadeo, en la coordinación CRM Operacional”, término que se relaciona con la gestión de datos de los clientes de la institución. Cerca de diez personas conforman la unidad en la que labora, con quienes dice mantener una relación bastante cordial.
Sus almuerzos los toma dentro de la misma torre, en la que los empleados gozan de un comedor que ofrece buena comida a precios bastante económicos: “De entrada me como una sopa, luego generalmente selecciono pollo a la plancha como plato fuerte, dependiendo del menú, acompañado preferiblemente de arroz, que me encanta, con ensalada o plátanos”.
Son las 4:30 pm, hora en la que termina su jornada en el banco y, aunque muchas veces tiene que quedarse unos minutos –u horas– más terminando alguna labor, procura salir muy rápido para llegar a tiempo a lo que es otra de sus pasiones: Musherrah. A las 6 pm comenzará el curso que imparte y, si la cola caraqueña o la lluvia repentina no lo impiden, llegará justo a tiempo para entrar al salón, cambiar en cinco segundo los tacones y la camisa de mangas por un top y un caderín, y empezar a mover las caderas junto a sus alumnas: “Dar clases me relaja mucho y siento que cada día voy enriqueciendo mis conocimientos en esta danza. Disfruto muchísimo compartir con mis dos socias y con las alumnas, me hacen sentir en mi propia casa, en familia”.
Son las 11:30 pm, hora en la que Lucy, al fin, descansa su cabeza sobre una almohada y ora un poco: “Le doy gracias a Dios todos los días”. Ahora toca descansar, mañana será otro día.
1 comentario:
Hoy vi a tres de las muchachas de Musherrah en un programa en el Canal i (i algo más) en donde se debatía si es más sensual el baile de samba o la danza árabe y aunque me he dedicado es más que todo a la música brasilera no cabe duda de que la árabe es muchísimo más sensual y compleja. El baile de samba es sencillo en comparación por cuanto es un baile popular y su concepto es de baile de masas.
Se notó además el conocimiento de su especialidad en las Musherrah que ni de lejos tenían las chicas del samba, en especial mi linda amiga Mariana.
¡Muchos saludos y éxitos para ustedes!
Publicar un comentario